
Esta semana en México, celebramos el aniversario del inicio del movimiento de Independencia. Es un día patriótico, que más que decorar las calles con banderas tricolor y celebrar que nos emancipamos de un “reinado opresor” –como algunos recalcan, y no yo en lo personal–, debería hacernos valorar las historias de éxito de nuestro país. México es increíble porque tiene un sinfín de parajes naturales, que van desde el desierto hasta selvas tropicales. Es territorio de tantísima cultura: en uno de los países con más lenguas indígenas, contando con 68 lenguas originarias, de las cuales se dividen en más de 350 variantes lingüísticas. Asimismo, según la UNESCO, contamos con 35 patrimonios internacionales, desde procesiones hasta destinos maravillosos. Comida, arte, tradiciones, entretenimiento…
México tiene todo para ser una potencia mundial. Lamentablemente, también el mundo nos conoce por otras cosas diferentes a los aztecas y las telenovelas de Verónica Castro… y son el narco, la corrupción y la inseguridad.Pero este blog busca ser propositivo, apoyar la justicia y la belleza, para defender con decoro, las cosas que todavía nos dan esperanza. Podría convertirse en una columna sobre vejaciones políticas y económicas, pero ya existen muchos portales, sitios de noticias, blogs y Twitter para que me atreva a ocupar un pedazo de ciberespacio con viles quejas y demandas. Prefiero escribir sobre algo que me llena el alma, aunque sea por un escaso momento. Especificando esto, quiero introducir esta semana a un personaje que conocí recién en 2020 cuando trabajaba para un podcast de entrevista a comediantes. Investigando sobre esta persona, interactuando con ella y estudiando lo que ha hecho, creo que es una artista mexicana increíble para escribir en esta semana tan nacional.

Gabriela Muñoz nació en la Ciudad de México, y desde pequeña, descubrió que la risa era la mejor medicina para subsanar cualquier tipo de situación: tristeza, vergüenza, enojo, alegría. Poco a poco, mientras iba construyendo una carrera cuya materia prima fueran las emociones, estudió teatro y luego, el arte del clown. Y fue de esta forma que Gaby creó a Chula the Clown, un personaje silente, pero con demasiadas cosas que decir. Con una cara blanca, unas cejas marcadas en señal de sorpresa y descubrimiento, una pequeña boca roja en forma de corazón y unos ojos expresivos como margaritas, Chula no simplemente quiere hacer comedia física para que el espectador se ría, crea mundos maravillosos a los que lo invita mientras le hace reflexionar sobre un tema de relevancia.

A través de sus performances y el increíble imaginario que crea a través de fotografías, habla sobre el empoderamiento del cuerpo femenino y los peligros de la fast fashion, sobre la necesidad del amor que a veces se vuelve en la necedad del matrimonio, y, sobre todo, la conexión humana que es tan necesaria para sobrevivir. Y esto no lo hace simplemente porque en su formación actoral le insistieron en el lazo vital entre un intérprete y el público, sino porque es una mujer, que como artista, ha usado su arte para brindar un poco de alegría a la gente de un campo de refugiados en Palestina. Para ella, la fraternidad humana es fundamental. Chagall dijo alguna vez “todos sabemos que una buena persona puede ser un mal artista. Pero nadie será nunca un verdadero artista a menos que sea también un gran ser humano, es decir, una buena persona”, y creo que Gaby es una verdadera artista.

Con más de diez años de trayectoria, Chula the Clown ha podido llevar su trabajo a diversos países. El mundo ha tenido la oportunidad de verla en Dirt! (quitando capas hasta el esqueleto), sobre cómo las personas nos ponemos capas, no sólo para evitar estar desnudos de cuerpo, pero también para tapar nuestros sentimientos, o nuestra verdadera identidad por temor al juicio ajeno. También en Perhaps Perhaps… Quizás, Chula interpreta a Greta, un personaje que una vez a la semana hace el simulacro del futuro día más feliz de su vida: la llegada de su amor real. A través de la ironía de la soledad, permite reflexionar en qué punto el amor es fundamental en nuestra existencia, y si éste depende de otra persona para que nos haga feliz.

Aparte de las relaciones intrapersonales, otro de los puntos cohesivos de su arte es su estética. Visualmente, cada idea que compone en su cabeza crea mundos encantadores de distintos colores y texturas: el de las flores, el de los tules, el de los estambres… Son parajes refrescantes que contrastan con el escenario de ciudad, muchas veces triste y gris por el tedio y el estrés en el que se vive. Sus vestuarios los confecciona su hermana, y son la cereza en el pastel que armoniza un toque nostálgico, de piezas antiguas, con materiales sintéticos de la actualidad. La suma total crea que quien lo vea, se remonte a momentos felices de la tierna infancia, sonría, ría, y encienda la llama de la creatividad y la conciencia colectiva.

Pueden conocer más de Chula the Clown, esta increíble artista mexicana, en su página o en su libro editado por Sicomoro.