
Comparar a una mujer con una araña, muchas veces es percibido como un insulto. Ya sea por las patas peludas, o porque escupe por la boca hilos pegajosos, o tal vez, porque simplemente le gusta tejer, pero pocas personas se alegrarán de recibir semejante cumplido. Pero para Louise Bourgeois, este pedazo de arácnido es una digna representación de su madre.
Louise Joséphine Bourgeois (1911-2010) fue una artista y escultora francesa naturalizada estadounidense. Nació como la tercera de cuatro hijos del matrimonio de Joséphine Fauriaux y Louis Bourgeois. Sus padres eran dueños de una galería especializada en tapices antiguos y se dedicaban a restaurar diseños deteriorados.
Cuando Louise Bourgeois fue mayor, decidió estudiar Matemáticas y Geometría en La Sorbona porque, al ser universales y comprobables, le daban estabilidad y paz. Dos años después de empezar a estudiar la carrera, su madre muere. Con necesidad de transmitir su pena, dejó las matemáticas para empezar a estudiar Arte. Su padre no la apoyó porque decía que los artistas contemporáneos sólo derrochaban el dinero, pero a pesar de eso, ella no desistió.

Continuó con sus estudios inscribiéndose a clases en donde eran necesarios traductores de inglés; al traducir, le pagaban con un beca válida para compensar el precio de la matrícula. En esas clases fue Fernand Léger, un destacado pintor cubista de la época, vio su trabajo y le dijo que era escultora y no pintora como creía. Se graduó en 1935, y continuó estudiando en la Académie de la Grande Chaumière, de 1937 a 1938, y en otras escuelas como la Escuela del Louvre y la Escuela de Bellas Artes.
Durante sus estudios descubrió su fuente de inspiración: su traumática niñez. El padre de Louise Bourgeois fue un mujeriego empedernido y con carácter violento y volátil; tuvo amoríos con la niñera de sus hijos, e incluso colocó a su amante en la casa de la familia como institutriz. En una época donde las apariencias eran todo, la madre, a quien Louise Bourgeois consideraba inteligente, callada y paciente, estaba al tanto de las infidelidades de su esposo y decidió ignorar sus faltas y cinismos.

Mientras estudiaba y perfeccionaba su arte, abrió una pequeña tienda de obra gráfica al lado del negocio de su padre. Aquí, éste sí la apoyó porque ser comerciante era una carrera digna. En 1938, conoció a Robert Goldwater, un historiador estadounidense de arte primitivo. Goldwater había visitado la tienda para comprar una selección de imágenes de Pablo Picasso, y «en medio de pláticas acerca del surrealismo y las últimas tendencias, se casaron». Emigraron a Nueva York ese mismo año, donde su esposo continuó su carrera como profesor de arte en New York University Institute of Fine Arts, mientras Bourgeois asistió a la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York.
En esta ciudad se convirtió en toda una pionera del arte, siendo considerada una de las artistas más importantes de la segunda generación de surrealistas. Utilizando diferentes medios como la escultura, la tela, el dibujo y el grabado, canalizaba el dolor de sus experiencias. Su obra, con una alta carga significativa, buscaba evocar respuestas emocionales y reacciones en su audiencia.

Aunque ya había dibujado arañas antes –la primera vez fue en 1947 usando carboncillo–, fue en 1999, en la inauguración del Tate Modern que el mundo conoció a su Maman. Creada con acero y mármol, la araña de casi 6 metros de altura, permitía al público caminar por debajo de ella y a través de sus patas, y descubrir en su cuerpo, un saco de malla de alambre que contenía 17 huevos de mármol blanco.

Maman en francés significa “mamá”. Al igual que lo fue su madre, la araña es una increíble tejedora que si desgarraban su tela, la volvía a restaurar sin alterarse. Para la artista, las arañas no sólo deben ser temidas, sino veneradas; detrás de una apariencia amenazante, son criaturas que suelen capturar plagas molestas, como cucarachas e insectos portadores de enfermedades como los mosquitos. Se consideran agresivas y masivas, pero pese a su exterior, son trabajadoras, pacientes, protectoras y benevolentes.
En su esquina, la araña teje sutilmente su telaraña, un objeto delicado pero a la vez resistente. Para Louise Bourgeois, crear arañas de hasta 9 metros de alto era una oda a la que fue su mejor amiga y le ayudó a encontrar la resiliencia de las heridas del pasado y de las presiones de la feminidad y la maternidad. En la actualidad, cada persona que pasea por debajo de alguna de sus esculturas, siente el poder del feminismo y de la protección de una madre, que a pesar de que muchas veces fue ninguneada, era lo más importante en el mundo de su hija.
