
Francisco José de Goya y Lucientes fue un pintor y grabador español que evolucionó su arte tras experimentar con varios estilos. Para él, la pintura no era un mero medio estético, sino una forma de expresar sus ideas; ejemplo de esto, son las obras que retratan la guerra de independencia española dentro del contexto de las guerras napoleónicas, donde se puede palpar el dolor de los estragos de la violencia. Con estos encuadres que retrataban en pinceladas la realidad que lo rodeaba, Goya hizo del expresionismo un canal para instruir su mentalidad y moral.
Este artista tiene muchísima obra para analizar: sus pinturas religiosas, sus retratos bucólicos y costumbristas, los grabados de los caprichos, sus pequeños cuadros de brujería… pero las obras que han generado especulaciones durante su vida y su muerte, siempre han sido las que tiene que ver con la Duquesa de Alba –o mejor dicho, las que se creen que la retrataban–, como La maja vestida y La maja desnuda.
María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, conocida como la XIII Duquesa de Alba, fue una mujer apabullante a la que los rumores y la controversia perseguían. Por sus 31 títulos familiares, más los títulos adquiridos por consorcio, su belleza y vida “liberal”, sus enemigos buscaban denostarla con habladurías de que le gustaba seducir a hombres de clases bajas, como artistas y toreros. Sus principales detractores eran la misma reina de España, María Luisa de Parma –a la que la Duquesa avergonzó plagiando el lujoso diseño parisino de un vestido hecho para la soberana, y con éste pidió vestidos iguales para vestir a sus sirvientas–, y Manuel Godoy, consejero, primer ministro y favorito de la corona española.
Si poetas conocidos como Meléndez Valdés, Arriaza y Quintana, le dedicaban románticos versos, lo más lógico era señalar a la Duquesa como una mujer infiel e insaciable que tenía relaciones hasta con su pintor favorito. Incluso, usaban las obras de Goya como evidencia de tal falta a la moral, mostrándola como su descarada musa libertina. En Retrato de la duquesa de Alba de negro, se puede leer en el suelo un “Sólo, Goya” dibujado en la tierra con un dedo, y en sus anillos, la unión de Alba y Goya. El sospechosismo creó una relación íntima inexistente de una amistad de un artista con su mecenas y admiradora, que se enorgullecía profundamente del talento nacional.

De igual forma, veían a María Teresa hasta en la sopa, señalándola como modelo de los grabados Volaverunt y Sueño de la mentira y la inconstancia, y como el pecaminoso personaje de La Gitana o Las Majas. Para estos últimos cuadros, que fueron una petición de Manuel Godoy (sí, el mismo enemigo de la Duquesa), Goya no retrato a su bienhechora que tenía más de 40 años y estaba en cama enferma, al contrario, retrató a la amante de Godoy, Josefa Petra Francisca de Paula de Tudó y Catalán, Alemany y Luesia… mejor conocida como Pepita Tudó. Asimismo se dice que Godoy tenía los cuadros superpuestos en su gabinete privado, y los cambiaba dependiendo de quién entraba.
A pesar de que las fechas no cuadran con los rumores, a pesar de que la Duquesa estaba perdidamente enamorada de su marido el Duque de Medina Sidonia y existen cartas que lo comprueban, a pesar de que María Teresa era de estatura baja y rolliza a diferencia de Las Majas, y a pesar de que en su testamento de 1797, incluyera a Javier Goya, hijo del pintor, entre sus herederos al igual que a su mayordomo, a su bibliotecario, y a su médico, la historia ha querido convertir un rumor en un romance mítico entre pintor y musa.