
Sus ilustraciones moldearon nuestra percepción de los personajes de grandes obras literarias, arraigándose en la cultura visual de generaciones. Su trabajo, además, fue una gran influencia para artistas de renombre como Vincent Van Gogh. Desde la Biblia hasta cuentos de Perrault, Gustave Doré plasmó los personajes de los que leyó, no sólo en páginas, sino en nuestra memoria colectiva.
Doré nació en Estrasburgo, Francia, el 6 de enero de 1832. Desde pequeño encontró que su pasión era dibujar, tanto así, que cuando tenía apenas 15 años consiguió un contrato con Charles Philipon, caricaturista editor de un par de diarios de sátira política, para que éste le publicara una litografía semanal. Jamás tuvo una educación formal ni un profesor que le enseñara lo que su ojo crítico fotografiaba a través de la tinta.

Después de casi 2 mil ilustraciones, su trabajo empezó a interesar al mundo editorial. Después de hacer algunos trabajos de escenas de obras sueltas de Honoré de Balzac y de John Milton, se encargó de crear las imágenes de los gigantes de Gargantúa y Pantagruel (1854), una novela gráfica de François Rabelais, que afianzó su talento. Para cuando cumplió 16 años ganaba mucho más que Honoré Daumier, un caricaturista 24 años mayor que él, que se convirtió en su rival.
En 1853, tiene el encargo de ilustrar algunas obras de Lord Byron; posteriormente tendría la oportunidad para trabajar con los textos de otros escritores de habla inglesa, entre ellos Edgar Allan Poe, Alfred Tennyson y Thomas Hood. Más tarde, trabajaría para la famosa editorial Hachette ilustrando cuentos de Perrault como Caperucita Roja, El gato con botas, y La Bella Durmiente, y las fábulas de LaFontaine, entre otros libros más.
En 1869, Blanchard Jerrold le propuso a Doré hacer un proyecto que retratara un Londres basado en The Microcosm of London (1808), obra de Rudolph Ackermann, William Pyne y Thomas Rowlandson. Doré firmó un contrato de cinco años con la editorial Grant & Co. por 10 mil libras (160 mil dólares actuales) con la condición de vivir al menos tres meses al año en Londres por un año.
Falleció después de una breve enfermedad cardiaca el 23 de enero de 1883 y fue sepultado en el Cementerio del Père-LaChaise, junto a otros personajes ilustres. Su última ilustración fue para una edición de lujo de El cuervo, de Edgar Allan Poe, que no vio publicada. Asimismo, dejó inconclusas sus ilustraciones de clásicos de Shakespeare en las que venía trabajando desde hacía más de diez años. A lo largo de su vida realizó más de 10 mil grabados para unas 4 mil ediciones, pinturas, bocetos para monumentos y esculturas. Además de una cultura visual que ha trascendido a través de los años de obras culmen de la literatura universal, con imágenes precisas, su poética gráfica y un talento de plasmar en papel paisajes imaginarios como si fueran fotografías de lugares reales.
A continuación, sus trabajos más representativos:







