
Leonora Carrington (1917-2011) tuvo una vida llena de altibajos que surcó a través del arte y de la alquimia. Nacida el 6 de abril en una aristocrática casona de Lancashire, Inglaterra, decidió, desde muy pequeña, que los papeles de una señorita de alta sociedad y de una esposa florero no iba a seguirlos.
Siempre dibuja, sobre todo temas relativos a las historias que su madre le contaba a dormir: cuentos de gnomos, duendes, brujas, gigantes y fantasmas fueron parte de su herencia cultural irlandesa. Después de ser expulsada de varias escuelas por su poco interés en las materias y por su rebeldía, fue educada en casa por un profesor particular.

En 1936 ingresó en la academia Ozenfant para profundizar sus conocimientos y técnicas artísticas. Poco después, descubriría el movimiento surrealista a manos del Max Ernst, con quien entablaría una relación sentimental y quien le presentaría a personajes como Joan Miró, André Breton, Pablo Picasso y Salvador Dalí.
Aunque Max Ernst tenía 27 años más que Leonora Carrington, y además estaba casado, tuvieron una relación tranquila y feliz hasta que empezaron los conflictos bélicos de la Segunda Guerra Mundial. Ernst, por ser alemán, fue detenido e internado en el campo de Les Milles. Este hecho le provicó a Carrington una desestabilidad en su salud mental por lo que su padre la internó en un hospital psiquiátrico en Santander, España, lejos de las noticias de la invasión nazi que pudieran afectar su equilibrio emocional.

En 1941 escapó del hospital, y fue a Lisboa donde encontró refugio en la embajada de México. Allí, conoció a Renato Leduc, quien no sólo la ayudaría a viajar a México pero con quien se casaría por un breve tiempo. A pesar de que la relación fue cruel y desgastante, lo mejor que sacó de ese matrimonio fue su enamoramiento al país de la serpiente emplumada.
En México, no sólo se naturalizó, sino que creó un hogar. Conoció a artistas refugiados que se convertirían en amigos entrañables y a su segundo esposo, Emérico Weisz, un fotógrafo húngaro mano derecha de Robert Capa. Descubrió la mitología de los diferentes pueblos indígenas de México. Encontró su voz como artista, mujer y feminista a través de los lienzos y otros materiales como el tejido, la madera y el bronce.

En su obra, deshilvana su subconsciente onírico con todas sus pasiones. Muestra de ellos son elementos repetitivos que fue interpelando, a través de los años, en su arte, dándole mayor significado y materializando sus pensamientos e ideas. Falleció a los 94 años y fue enterrada en el Panteón Inglés de la Ciudad de México, sin fotógrafos, llevando su aversión a los periodistas hasta la tumba.
Algunos ejemplos de la simbología que usaba son los siguientes:











