
Una de las tantas maravillas del arte, es que, a través de su belleza, es capaz de comunicar, sublimar, conmover, sanar, entusiasmar, criticar, exaltar, e inspirar a quien lo observe. Incluso, el arte puede ser motor de contemplación espiritual, generando una experiencia de trascendencia conectando al individuo con algo más grande, más importante, sin importar sus creencias religiosas. Como ejemplo de esto, presentamos un espacio de recogimiento a través de sus protagonistas.

Jean de Ménil (1904-1973) fue un aristócrita francés que heredó el título de barón que provenía de su tatarabuelo, Paul-Alexis-Joseph Menu de Ménil, oficial militar condecorado por Napoleón Bonaparte. Estudió Ciencias políticas y derecho, pero después de su terminar sus carreras se dedicó a trabajar en un banco, siendo el vice-presidente de la Banque Nationale pour le Commerce e l’Industríe (Banca Nacional para el Comericio y la Industria) en París.
En 1930, de Ménil conoció a una joven físico-matemática que trabajaba en la industria del cine, llamada Dominique Schlumberger (1908-1997). Ella, heredera de una empresa de servicios petroleros, pertenecía a una familia alsaciana calvinista, pero al conocer a su futuro esposo, decidió convertirse al catolicismo, religión y filosofía con la que encaminarían su vida profesional y filantrópica. Debido a la Segunda Guerra Mundial, el matrimonio decide huir de la invasión nazi a Francia y establecerse en Houston, Texas, donde los Schlumberger tenían unas oficinas para administrar los tratos entre Europa, Medio Oriente y Latinoamérica.
La pasión de la pareja por el arte se cristalizó en la década de 1940 cuando empezaron a coleccionar obras europeas modernas. Empezaron con un Cézanne, pero conforme fueron descubriendo a artistas americanos y otras culturas, terminaron con una enorme colección de 17 mil pinturas, esculturas, objetos decorativos, grabados, dibujos, fotografías y libros raros. Su religión les formó un caracter humanista que buscaba mostrar que el arte era importante en el desarrollo de la persona, y que era un punto de coincidencia de todo tipo de culturas, desde las más antiguas hasta las más alejadas al sistema idiosincrático hegemónico.
Los de Ménil no sólo impulsaron la vida cultural de Houston creando museos y financiando los departamentos de historia de arte de las universidades locales, sino que parte de su mecenazgo se enfocaba en defender los derechos humanos civiles y universales, creando cátedras, investigaciones académicas y exposiciones luchando contra el racismo en un país polarizado y que recientemente había vivido el asesinato del Dr. Martin Luther King Jr. Asimismo, y debido a la cantidad de religiones que conviven en Estados Unidos, buscaron crear un espacio de diálogo y reflexión entre religiones, donde el arte fuese un conducto para la contemplación.

Marcus Rothkowitz (1903-1970) nació en el seno de una familia judía de Letonia, cuando todavía este territorio le pertenecía al Imperio Ruso. En la década de 1910, debido a la purga cosaca en contra de los judíos, el clan Rothkowitz –el matrimonio, un tío y los cuatro hijos– huyó a los Estados Unidos donde reinició su vida en Portland, Oregon, para trabajar como fabricantes de ropa. Al futuro artista lo inscribieron en las escuelas de la localidad, aunque no hubiese clases de inglés para inmigrantes y logró salir adelante y recibir una beca para estudiar la universidad en Yale.
Lamentablemente, él y varios compañeros suyos perdieron la beca de estudio después del primer año de carrera. Además de ser discriminado con comentarios antisemitas, decidió no perseguir más una carrera e ir a Nueva York donde encontraría su afición por el arte. Es a partir de este momento que Mark Rothko se convertiría en una de las figuras más importantes en la historia del arte del siglo XX, siendo uno de los máximos representantes del expresionismo abstracto americano.
Rothko es comocido sobre todo por sus pinturas de campos de color, que abandona las acciones gestuales para fomentar la fuerza emocional de los tonos plasmados en el lienzo. Era una forma de crear una relación más activa entre la obra y el espectador, dejando de lado las interpretaciones, para recalcar todas las vivencias dads gracias a la unión de los sentidos al presenciar una de sus piezas.
Cuando en 1965, el matrimonio de Ménil le propuso crear varios murales de gran formato que se dispondrían en una capilla que pretendían construir en Houston, el artista quedó encantado. Para este encargo, se decantó pro los colores oscuros, incluso la monocromía. Creó en total 14 piezas: 3 trípticos y 5 lienzos independientes. Con obras negras, marrones, optó por trabajar con colores oscuros. Asimismo, el proyecto lo tenía tan emocionado que pidió permiso para también trabajar en la parte arquitectónica del edificio.

Philip Johnson (1906-2005) fue un arquitecto muy reconocido por crear varios centros artísticos, como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Galería de Arte de Sheldon en la Universidad de Nebraska y el Teatro de Lincoln Centre. Fue contratado por el matrimonio de Ménil para crear su espacio de contemplación a través del arte. El arquitecto quería diseñar un centro monumental, un edificio cuadrado de un solo piso con un techo piramidal, ligeramente truncado. Mark Rothko se opuso ya que creía que lo ostentoso del lugar iba en contra de la idea de construir un espacio de recogimiento y meditación.
Esta disputa hizo que Johnson saliera del proyecto y entraran Howard Barnstone (1923-1987) y Eugene Aubry (1935-). De esta forma, el proyecto se convirtió en un edificio octagonal con techo plano y un exterior simple de ladrillos. Johnson, más tarde, regresaría como asesor y diseñaría la entrada principal del edificio, incluidas las ventanas que traen la luz del día al vestíbulo.

El edificio, con su diseño axial, tiene la forma de una cruz griega y su interior está conformado por cuatro paredes anchas alternan y cuatro secundarias, un suelo empotrado y un ábside rectangular. Rothko organizó la configuración de los lienzos de gran formato pensando en las tradiciones judeocristianas: 8 paredes –el número 8 pasó a ser el número de la obra ya acabada, el número de la perfección–, los trítpicos religiosos, y los binomios de colores que crean un comparación entre contrarios –blanco y negro, vida y muerte–. La única iluminación se consigue a través de un tragaluz que provoca variaciones en las tonalidades de las pinturas según la iluminación, y se colocaron 8 bancos de madera. La capilla no reúne las condiciones para la celebración de ningún rito religioso, convirtiéndola en un espacio de reposo espirital, meditación y trascendencia.

La capilla se inauguró en 1971, un año después del suicidió del artista. A partir de ese momento se le empezó a conocer como La Capilla de Rothko. En ella se llevan a cabo ceremonias de todos los credos, cursos y conferencias, buscando la experiencia y conocimiento de las diferentes tradiciones espirituales a través de la inmersión del arte. Asimismo, dentro del edificio se puede escuchar Rothko Chapel (1971) una de las piezas de música más conocidas de Morton Feldman que transportan al público al recogimiento y a la trascendencia a través de la contemplación y la acción.




