
Nació en Nueva Jersey el 21 de noviembre de 1967, cuando la revolución sexual empezaba para darle una reivindicación y recuperación plena al cuerpo humano y su desnudez, a darle libertad a la sexualidad como parte integral de la condición humana individual y pelear por la igualdad entre sexos. Su padre era de origen italiano y su madre de origen alemán. Cuando era pequeña, a pesar de ser niña, su exterior, en la heteronormativa de la época, obligaba a sus padres a vestirla como un niño, aunque la gente no la veía como tal por su menuda complexión.
Ella y su hermano crecieron acompañados de niñeras debido a que su madre sufría de esquizofrenia. Su padre buscaba cada semana compensar la ausencia materna llevándolos a comprar juguetes; ella escogía muñecas. En la adolescencia, se dejó crecer el pelo, se arqueó las cejas y usaba un poco de maquillaje; como el rock n’ roll estaba en boga, justificaba ante la sociedad su estilo. No sufrió de bullying, pero sí de burlas silenciosas y miradas incómodas que la marginaban.
Conforme fue creciendo, se sentía más ella. Decidió ir a la escuela vestida de mujer y para los fines de semana, creaba diminutos trajes con pedrería y plumas para ella y una amiga. Un transexual que trabajaba en el club de go-go al que iban le intercambiaba trajes por hormonas. Poco a poco, empezó a tener pecho y a usar brasieres. Cuando se animó a usar un push-up, no tardó en llamar la atención de toda la escuela, inclusive de la consejera vocacional que le decía que eso no era correcto ir a la escuela de esa forma. Sus padres decidieron darle un tratamiento formal de hormonas, contratarle un tutor para aprender en casa, inscribirla a la escuela de belleza y llevarla al psicólogo para ayudarla en su transición.

A ella le gustaban los hombres. Trató de conocer a alguien en los bares gay, pero sólo le interesaba a las mujeres. Decidió entonces ir a bares tradicionales y conoció a un chico que quedó prendado de ella. Él insistía en tener sexo, pero ella lo limitaba, cosa que lo interesó aún más, tanto, que la presentó a sus padres. Pero, él no sabía de su transición. Cuando se lo contó, evidentemente se asustó, pero tanto su novio como su familia fueron muy comprensivos y la apoyaron, a tal grado que la adoptaron como joven emancipada, pagaron la boda, y para los 17 años, tuvo su cirugía de cambio de sexo.
Al principio del matrimonio, todo parecía maravilloso. Le pagaba las citas con los cirujanos plásticos, las inyecciones de hormonas y una máquina de coser para que siguiera haciendo sus confecciones. Pero, sólo podía estar en casa y no decirle a nadie más que era una mujer trans. Durante cinco años vivió a través de las revistas, viendo cómo podría parecerse más a Marilyn Monroe, Jayne Mansfield y Anita Ekberg, hasta que no pudo más con el encierro y durante siete meses, ahorró lo que su marido le daba para dejar todo y mudarse a Nueva York.

Como no sabía lo difícil que era pagar facturas, empezó a trabajar como manicurista, ganando sólo $45 dólares al día. Poco tiempo después, conoció a un ex-marine del que se convirtió en amante. A él le gustaba el sadomasoquismo y dijo que como dominatrix podría ganar mejor su vida. Trabajó en un club BDSM como tal, donde tuvo clientes que le pedían pastelazos en la cara o que usara mucho lápiz labial, pero al final consiguió el dinero suficiente para seguir adelante.
Una noche, un amigo la llevó a la fiesta Disco 2000 de Michael Alig, donde volteó cabezas e impactó por su increíble semblante. A partir de ahí, por las mañanas maquillaba a la diseñadora Patricia Fields, y por la noche era parte del selecto grupo de the Club Kids, que simbolizaban la fabulosidad, la extravagancia y el sexo, declarando así su propia individualidad.

Trabajando en un bar, David LaChapelle la descubrió. El fotógrafo se asombró porque era igual a los dibujos de mujeres voluminosas que hacía cuando era pequeño. Cuando se conocieron, se convirtieron en una dupla creativa sin igual. Él se convirtió en su mentor, en el forjador de su confianza, y su amigo y ella en su musa. En palabras de LaChapelle la define en que “no quiere ser una niña, sino el dibujo de una niña, una caricatura como Jessica Rabbit”. Incluso, cuando ha buscado que no abuse de las operaciones, Amanda le contestó: «No me importa, siempre y cuando me vea hermosa en el ataúd».

Amanda, una vez más, es su propio lienzo y proyecto. Crea momentos de belleza para sí misma y está dispuesta a hacer el máximo sacrificio por amor a su arte. Y esto lo ha demostrado no sólo siendo la musa de David LaChapelle, el ícono de varios videos musicales de Elton John, The Drums, Tiga, The Dandy Warhols y Cazwell, y modelo de silicona de Armani y otras marcas importantes, sino convirtiéndose en artista, cantante e ícono.
Amanda Lepore, desde su nacimiento, ha pavimentado el camino para la revolución trans mostrando fuerza y apoyo en temas de identidad de género, empoderamiento femenino y se ha convertido en un estandarte importante para la comunidad LGBTQ+, mostrando que la creatividad, incluso para alguien que fue marginada en un momento, es una gran libertadora.
