
La muerte es algo inevitable. Desde que nacemos estamos predestinados a morir, y lo más emocionante es el misterio de cómo lo vamos a hacer y cuándo. Existe gente muy previsora que siendo joven estipula su cremación, inhumación o conversión a diamante, fuego artificial o a cápsula espacial, para evitar a sus familiares la amarga tarea de organizar un funeral. Pero, en algo tenemos que concordar, es que la última morada será, por mucho, la que subsista por generaciones y generaciones.
Las tumbas fueron creadas, no sólo para marcar geográficamente el lugar donde se encuentran los restos de una persona, sino que los vivos recuerden y puedan mantener una conversación con sus seres queridos de forma física. Son una especie de memento mori que les permite aspirar a una futura reunión espiritual.
Antes de que las lápidas fueran minimalistas, muchas de éstas eran labradas con símbolos que segurizaban a las personas que sus parientes finados pasaban a una vida mejor. A continuación se presentarán algunos de los más concurridos:
















