
El ser humano es un ser dicotómico: puede crear cosas maravillosas al igual que destruir completamente su entorno. No sólo ha construido obras inmensas e importantes como la Acrópolis de Atenas, la Torre Eiffel, o el Burj Khalifa de Dubai, ha buscado descifrar la existencia de la humanidad con la filosofía, la música de los astros con la física, y el lenguaje del universo con las matemáticas. Ha conseguido idear inventos que han servido para salvar vidas como el jabón, las vacunas y los medicamentos, y otros tantos que han simplemente saciado las necesidades anímicas como la danza, la literatura y la gastronomía. De la rueda a un robot que recorre Marte, durante más de 315 mil años, los homo sapiens han sido capaces de materializar sueños que podrían haber parecido imposibles.
Lamentablemente, la otra cara de esa misma moneda ha generado inventos no tan geniales. Armas, guerras, venenos y basura han sido también invenciones que pretenden servir para desarrollar y mejorar el mundo en el que vivimos, aunque realmente no sea así. Los intereses políticos y económicos de las personas han borrado de la conciencia la importancia de cuidar donde vivimos. La cultura del “úsese y deséchese” ha convertido a las industrias alimenticias, textiles y tecnológicas en grandes conglomerados que generan productos al mayoreo sin evaluar las consecuencias de que no se consuman. Buscando siempre la novedad, importa más el costo que el valor de las cosas, e incluso esta filosofía se ha impregnado en las relaciones humanas: muchas de ellas se basan en el estatus y en la cosificación de la persona en vez del cariño y el respeto.
La suma de los inventos destructivos previamente mencionados se acumula en los basureros, en los océanos, en la atmósfera… La contaminación es la introducción de sustancias en un ecosistema que, con el tiempo, lo convierten en un lugar poco seguro para los seres vivos que se alojan en él. Pensar en un panda bebé en un bosque de bambú talado o en un delfín no pudiendo nadar por estar atorado en plásticos nos estruja el corazón, pero denostamos que cada día que pasa, nosotros también estamos viviendo en la inmundicia. Aunque existen movimientos de reciclaje y cero residuos, falta todavía muchos errores que resarcir y medidas que tomar.

En cuanto a dicotomías humanas, tres estudiantes de diseño de la Universidad Nacional de las Artes de Taiwán, pudieron crear un binomio entre el ingenio y la destrucción del humano. Hong Yi-chen, Guo Yi-hui y Zheng Yu-di tenían que realizar su proyecto final y decidieron confrontar una causa que les afecta a los taiwaneses como al resto del mundo: la contaminación del agua. Su idea fue sencilla, crear paletas heladas con agua de 100 fuentes de agua de diferentes partes de la isla. Cada una de ellas tiene un color y consistencia únicos debido a los tintes industriales, los productos químicos, los aceites, las colillas de cigarro y la basura plástica, con algunas víctimas invitadas, entre ellos peces e insectos muertos.

El proyecto se llama 100% Polluted Water Popsicles y busca de manera atractiva vender paletas de agua sucia para generar conciencia sobre un problema que nos afecta a todos, pero sobre todo a comunidades desfavorecidas que no pueden darse el lujo de comprar agua embotellada o filtros de cuarzo. Los envoltorios son innovadores y coloridos, pero observando bien el texto que contienen, uno puede enterarse de la fuente de donde se tomó la muestra y los ingredientes que la componen. Para presentar el proyecto a sus profesores, los tres alumnos fabricaron su producto de la manera tradicional usando un molde y un congelador. Sin embargo, para las muestras y exposiciones, decidieron usar réplicas en una resina que recrea a la perfección el producto congelado utilizado en los originales para guardar la misma apariencia.

Las cien paletas de agua contaminada captó la atención de la gente y de especialistas del diseño, participando en la Exposición de Jóvenes Diseñadores del Taipei World Trade Center 2017 y ganando una nominación para el Premio de Diseño Young Pin 2017, un galardón importante para diseñadores primerizos. Gracias a las redes sociales y a los medios de comunicación, lo más importante que han logrado es abrir la discusión sobre la contaminación de recursos naturales y la gran amenaza de estar ya consumiendo nuestros desechos, en el aire, en el agua, en la tierra, aunque no nos estemos dando cuenta. Este proyecto es arte, apoyado en marketing con miras a la educación. No busca generar asco, pero de forma perspicaz quiere ser una fuente de inspiración para que personalmente generemos menos desechos y cuidemos lo que nos rodea. Aunque la contaminación no se vea o nos afecte directamente, está ahí, invadiendo nuestro ecosistema y matándonos lentamente.
